La caza del ejecutor: crítica de un juego de sombras que roza lo plausible
Vicente Vallés regresa al thriller geopolítico con una cacería que atraviesa Maldivas, Berlín y Washington, y pone a la OTAN en alerta máxima mientras un asesino sin rostro borra sus huellas.
La caza del ejecutor
¿Puede un periodista de prime time escribir el tipo de novela que anticipa titulares y no solo los narra al día siguiente? Con La caza del ejecutor, publicada por Espasa el 1 de octubre de 2025, Vicente Vallés lleva su instinto informativo a una ficción de alto voltaje y alcance internacional. Teresa Fuentes del CNI y Pablo Perkins de la CIA siguen la pista de un ejecutor que desata una cadena de muertes tras la deserción del jefe de la inteligencia exterior rusa, Mijaíl Serkin.
Este lanzamiento consolida al autor tras el éxito de Operación Kazán, que obtuvo el Premio Primavera de Novela en 2022, dato que no es menor porque explica su ambición y su radio de confianza a la hora de mezclar historia reciente con verosimilitud política. Incluso ha presentado el libro en espacios de máxima audiencia, señal de su impacto cultural inmediato.
El texto se sitúa en octubre de 2024 y hace desfilar ciudades e instituciones con la lógica de un parte diplomático, a la vez que pregunta qué secretos justifican una campaña global de silencio. ¿Dónde se cruza la información con la imaginación cuando el mapa es tan reconocible?
Lo que nos gustó
- Verosimilitud geopolítica sostenida por datos reconocibles que cargan de tensión cada desplazamiento y cada decisión institucional.
- Dinamismo de la dupla protagonista, con un contraste profesional y emocional que oxigena la intriga sin caer en el cliché del buddy thriller.
- Diseño de amenaza a escala transatlántica que multiplica el suspense y conecta asesinatos puntuales con un tablero estratégico mayor.
Lo que no nos gustó
- Tramos de exposición informativa que enfrían la adrenalina cuando la investigación pide más ambigüedad y menos contexto literal.
- Acumulación de localizaciones y siglas que puede saturar a quien busque un arco intimista y no una panorámica de servicios de inteligencia.
- El enigma del ejecutor mantiene el interés, pero ciertos giros descansan en coincidencias afortunadas que reducen la sensación de riesgo real.
Conclusión
Esta novela es para lectores que disfrutan de un thriller con pasaporte diplomático y que agradecen la documentación integrada en la acción. Si prefieres un retrato psicológico minimalista o una prosa experimental, el vértigo geopolítico y la amplitud de escenarios pueden parecerte un ecosistema demasiado ruidoso.
Como en toda buena cacería literaria, lo memorable no es solo atrapar al culpable sino preguntarse por qué tanto poder teme que hable. ¿Qué parte de este mapa reconocible preferimos no ver cuando la ficción se acerca a la realidad hasta rozarla?
Comentario adicional
La caza del ejecutor dialoga con Operación Kazán al recuperar un nervio de espionaje que entiende la historia reciente como materia inflamable. Allí donde la primera expandía una cronología de siglo, esta obra concentra la acción en el presente inmediato y gana urgencia, lo que la acerca más al pulso de autores de inteligencia contemporánea que apuestan por la plausibilidad como motor emocional.
La elección de un ejecutor sin rostro como epicentro dramático es algo más que un recurso de suspense: materializa la idea de la negación plausible, clave del poder en tiempos de operaciones grises. Que el libro llegue acompañado de edición digital y audiolibro subraya su vocación de alcance masivo y su vida más allá del papel.